13 de octubre de 2010

Carta de un preso iraní antes de subir a la horca

Periodismo Humano nos lo ha vuelto a recordar hoy. El domingo 10 de octubre se celebró el Día Mundial contra la Pena de Muerte. La lucha por la abolición de la pena capital se enmarca en la defensa de los derechos humanos y ha avanzado hasta lograr que se suspenda en dos terceras partes del mundo. En el contexto árabe-islámico, donde las políticas de represión de las libertades se mantienen, esta pena sigue formando parte de la legislación de la mayoría de países.
En lugar de referirme a cifras iniciales en las cuáles hablar de muertos sentenciados suena a cualquier cosa, prefiero traeros una carta; Una de Farzad Kamangar facilitada por Cuarto Poder, en la cual un maestro kurdo de 35 años, conocido por su trabajo pedagógico y considerado una destacada promesa de la literatura infantil, fue ejecutado el pasado 9 de Mayo junto a cuatro presos políticos más, acusados por colaborar con grupos armados.
Debido a su valor literario y testimonial, reproduzco la carta que el propio Kamangar, antes de subir a la horca, tituló “Yo seguiré siendo maestro y tú, un carcelero”.
“Zeus, el Dios de los Dioses, ordenó detener al desobediente Prometeo. Así empezó tu historia y también la mía. Tú representas la herencia de los carceleros de Zeus, y, por lo tanto, eres prisionero, día tras día, de los hijos del Sol y de la Luz. Para ti y para mí, la cárcel tiene un significado distinto: somos dos individuos; cada uno a un lado de la pared, con una puerta de hierro y un ventanuco en medio; tú fuera de la celda, yo dentro.
Ahora conozcámonos mejor. Yo soy maestro… No, no…; yo soy alumno de Samad Behrangui (1), aquel que escribió Olduz y los cuervos, y El Pececito Negro, para que todos aprendiéramos a caminar. ¿Le conoces? Ya sé que no le conoces. También soy alumno de Khanali, aquel que nos enseñó a dibujar un sol en la pizarra para que sus rayos espantaran a los murciélagos. ¿Sabes quién era? Y soy compañero de Bahman Azizi, aquel hombre que siempre olía a lluvia, aquel hombre que la gente de Kermanshah y sus alrededores sigue recordando cuando comienza a llover en otoño. ¿Tienes alguna idea de quién era? Ya me imagino que no lo sabes.
Sí, soy maestro y he heredado de mis alumnos la sonrisa y la curiosidad por preguntar.
Ahora que ya me has conocido, háblame de ti, de quiénes eran tus compañeros, de quién has heredado la ira y el odio que llevas dentro. ¿Quién te ha dado las esposas y las cadenas? ¿Son de los calabozos de Zohak (2)? Háblame de ti. ¿Quién eres? No sólo no me asustas con tus esposas, cadenas y latigazos, sino que las gruesas paredes de la celda 209, los ojos electrónicos que me vigilan, las férreas puertas… ya no me dan miedo. No te enfades, no grites, no me golpees con el puño en el corazón, porque mantengo la cabeza alta.
No me pegues porque canto; soy kurdo y mis antepasados me han dejado en los cantos e himnos el recuerdo de su amor, su sufrimiento, su lucha, su existencia… Tengo que cantar y tú tienes que escuchar mi canto, aunque sé que te molesta. No me pegues porque al andar se escuchan mis pasos; mi madre me ha enseñado a que los pasos hablen con la tierra; entre la tierra y yo hay un trato, una conexión que lleno de belleza y sonrisas. Déjame, pues, que pasee, déjame que oiga mis pasos, déjame que la tierra sepa que todavía estoy vivo y tengo esperanza.
No me prives de papel y pluma; quiero escribir nanas a los niños de mi tierra, repleto de esperanza, de los cuentos de Samad y su vida, de Khanali y sus deseos, de Ezatiy sus alumnos… Quiero escribir, quiero hablar con mi gente desde mi celda, desde aquí mismo. ¿Entiendes lo que digo? Sé que te han enseñado a odiar la luz, la belleza y el pensamiento. Pero no tengas miedo; entra en mi celda, estás invitado a mi gastado y pequeño mantel. Mira cómo yo invito a mis alumnos, todas las noches, cómo les cuento cuentos…, pero a ti no te permiten ver, no te permiten escuchar. Tienes que enamorarte, tienes que convertirte en un ser humano, tienes que estar a este lado de la pared para entender lo que yo digo.
Mírame y entenderás la diferencia que hay entre los dos. Yo todos los días dibujo las manos de mi amada sobre la pared de la celda. Cojo sus manos y siento el calor de la vida, y leo en sus ojos el entusiasmo, la espera; pero tú, todos los días, con tu porra, rompes esos dedos dibujados en la pared, sacas esos ojos que esperan y emborronas la pared de negro. Tu mundo y tu cárcel siempre estarán oscuros, siempre te molestará el don de la luz. Hace meses que espero ver un cielo estrellado, un jardín de estrellas que rompa la oscuridad con senderos que van de un lado al otro del cielo. Pero tú llevas años viviendo en la oscuridad, tu noche no tiene estrellas. ¿Sabes qué significa un cielo sin estrellas? ¿Qué significa un cielo siempre en la oscuridad?
Esta vez, cuando haya vuelto a la 209, entra en mi celda, tengo algunos deseos para ti, no del mismo color de tus oraciones que siempre están llenas de fuego y miedo al infierno. Mis deseos están repletos de esperanza, sonrisas y amor. Entra en mi celda para que te hable del orgullo de mi última sonrisa al pie de la horca. Sé que de nuevo seré el preso de la 209, mientras tú, con tu alma llena de odio, me seguirás gritando. Y yo volveré a sentir lástima por ti y por el pobre mundo que han creado a tu alrededor; seguiré siendo un maestro con la sonrisa de mis niños en los labios.
Farzad Kamangar, maestro condenado a pena de muerte. Sección de Presos Infecciosos de la cárcel de Rajaai Shahr de Karach”.
Increíbles y reflexivas las palabras de Kamangar, pues no es más preso quien está condenado a una pena estipulada por la mano tirana que aquel que vive encerrado en sí mismo.
Amnistía Internacional facilita un esquema de los países donde se practicaron este tipo de sentencias y, es precisamente en Irán donde observamos que se dispara.
¿Quiénes somos nosotros para quitarle la vida a un semejante? ¿Quién se cree tan poderoso como para saciar su loca percepción de justicia con la muerte de otro ser humano? ¡Luchemos contra la pena de muerte! ¡Hoy es posible! ¡Que cartas como la de Farzad den la vuelta al mundo para que nos demos cuenta de lo que aún tiene que cambiar!

Un universitario cualquiera.

3 comentarios

Nel Morán dijo...

No miremos para otro lado. Se supone que en este primer mundo se cumplen los derechos humanos. Encendamos el televisor. Series yanquis por todos los lados. En la mayoría de ellas se hace el canto a la pena de muerte de la forma más sibilina. Las tripas se revuelven, pero como no son árabes no hay sospecha de que sean terroristas.

Blogsaludos

Natalia... dijo...

Es tremando lo que ocurre en Oriente. Esta carta me llegó al corazón, me conmovieron mucho las palabras de este pobre condenado a muerte....
Gracias Manu por hacercarnos noticias como esta, para que podamos reflexionar un poco..
Te mando un beso dde Argentina-...

Neogeminis Mónica Frau dijo...

NO! A LA PENA DE MUERTE...sea cual fuere el delito (?)
Conmovedor testimonio.
saludos!


 
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