LA ESENCIA MUSICAL, CREADORA DE MITOS CINEMATOGRÁFICOS
¿Os imagináis a Janet Leigh gritando en esa ducha teñida de blanco y negro sin aquellos míticos chirridos que la acompañaban? ¿Y a Roy Scheider escapando del Tiburón de Steven Spielberg sin aquella famosa melodía de agonizante tensión? ¿Creéis que la capa roja de Christopher Reeve hubiera volado igual sólo con un sonido ambiente? Las míticas Bandas Sonoras de las películas han hecho de éstas otro mito para el cine.
¿Os imagináis a Janet Leigh gritando en esa ducha teñida de blanco y negro sin aquellos míticos chirridos que la acompañaban? ¿Y a Roy Scheider escapando del Tiburón de Steven Spielberg sin aquella famosa melodía de agonizante tensión? ¿Creéis que la capa roja de Christopher Reeve hubiera volado igual sólo con un sonido ambiente? Las míticas Bandas Sonoras de las películas han hecho de éstas otro mito para el cine.
La música cinematográfica tiene una gran importancia en dicho mundo ya que el efecto adecuado que pretende obtener el director necesita de esta herramienta. Además, existen múltiples géneros en los que la música cobra casi la misma importancia que la propia película. Un caso de esto serían los musicales. (“Chicago” -2002- “Hairspray”-2006- o “Mamma Mía” -2008).
Sin embargo, estas obras maestras no se han hecho solas. Detrás de una gran B.S.O. cinematográfica, se esconde mucho trabajo y grandes compositores, algunos más en la sombra que otros, pero todos de semejante relevancia para nuestra cultura actual. Danny Elfman, Alan Menken, John Williams (Fotografía) o Hill Conti son solo algunos de los más renombrados, porque forman parte de un reparto ejemplar de la industria cinematográfica de Hollywood, que al fin y al cabo, es la cabeza del cine occidental por excelencia.
No obstante, nos gusta valorar el semejante esfuerzo de otros como George delerue, Alexandre desplat o Eric Serra en cuanto a compositores de cine francés; Armando Travaioli, Bill Conti, Darío Marianelli o Nino rota en cuanto al cine italiano; Vernon Duke o Alfred Shnitke en la industria cinematográfica rusa; y Alberto Iglesias o José Nieto en cuanto a nuestro cine español. Dicho de otro modo, competentes compositores que trabajan o han trabajado muy duramente para nuestro cine europeo.
Éstos son sólo un puñado de nombres que ocultan a un gran artista capaz de ofrecer magia para nuestros oídos mientras vemos un apuñalamiento de un asesino, un mordisco de una fiera acuática o un superhéroe rescatando a la chica en apuros y que, sin ellos, hubiera sido imposible que éstos pasaran a la historia, al menos de la misma manera.
No nos damos cuenta, pero esto también pasa en las posteriores series de la pequeña pantalla más allá del mero hecho cinematográfico. Aunque escapan levemente de la materia que analizamos en este reportaje, el hecho de que un perdido quiera encontrarse en una isla sin su melódica nostálgica, un preso quiera escapar de una cárcel sin su tensísimo acorde o una mujer desesperada quiera suicidarse sin el dramático violonchelo, es digno de mención, pues la técnica sigue siendo la misma y siempre de lo más oportuna a la hora de querer captar nuestra sensibilidad auditiva.
Una buena base musical expande a la máxima potencia lo que se quiere lograr con una escena cinematográfica. No decimos ni queremos pensar que la música haga al cine, pero sí lo expande sensitivamente al infinito y es ingrediente básico para ello.
La industria cinematográfica cada vez es más competitiva y, en cierta medida progresiva, exigen calidad. La música, como íntima amiga de esta industria, también ha notado este esfuerzo.
Con el cine mudo, las salas de proyección contaban con pianistas u organistas, e incluso orquestas completas en algunos casos o simpáticas sinfonías cómicas a la par que épicas que posteriormente se grabaron para sus escenas (“El maquinista de la General” del genio de la cara de palo por su inexpresividad aparente, Buster keaton -1927-, o "The Cocoanuts” de los famosos hermanos Marx -1929- ).
¿Y qué decir de las películas animadas de nuestra historia?El ratón más famoso de Walt Disney, Mickey Mouse, fue creado en 1927, sin embargo su primera aparición con sonidos incorporados, coincidió directamente con su primer corto famoso (“Steamboat Willie” -1928- ). A partir de éste momento, el mitológico dibujante añadió los primeros sonidos melódicos a sus cortos anteriores. Posteriormente, en 1938, sería ganador de ocho Oscars, uno por su B.S.O. con ovación incluida, por su primer largometraje (“Blancanieves y los siete enanitos” -1937- ) que además sirvió de modelo para su posterior firma animada al comienzo de cada película de dicho autor. A partir de semejante cita, el color ya había llegado a nuestros oídos aunque aún no lo hiciera en nuestras retinas hasta esta década. Posteriormente, el hecho del Tándem “Música-Cine” en la animación también ha sido un hecho probado, no sólo para nuestra historia, sino también para nuestro corazón (“El libro de la selva” -1937-, “La sirenita” – 1989-, “La bella y la bestia” -1991-, “El Rey León” -1994-, son sólo algunas de las reconocidas piezas animadas de impactantes Bandas Sonoras).
Claro queda que sin esas epifanías orquestales, aquellas obras del séptimo arte hubieran podido alcanzar la gloria, pero no del mismo modo.
Un universitario cualquiera.
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